En este tiempo pascual ¿qué está produciendo la resurrección del Señor en nuestras vidas? ¿Qué buena noticia llevamos en el corazón para anunciarla a los demás? ¿Cuánto hemos crecido en la fe, la esperanza y el amor? Son preguntas para tomarnos el pulso sobre los frutos de la Pascua en nuestra vida. La respuesta no está solo en lo que digamos sino en las obras que estemos realizando.
Los frutos de la Pascua en nuestra vida

La Resurrección de Jesús no cambió las situaciones que los discípulos vivían. Les hizo superar el miedo y ponerse en camino para transformarlas. Es decir, no hace que las cosas sean distintas, sino que dispone para seguir viviendo la realidad -como ella es- desde la perspectiva de la fe, la esperanza, el amor.
A nivel personal, es bien interesante pensar sobre lo que en verdad llevamos dentro. Cuando no se puede salir y buscar distracciones externas ¿qué resuena en nuestro interior? ¿cuáles son mis pensamientos, mis preocupaciones, mis intereses, mis búsquedas?

A nivel familiar y de amistades nos confronta con las relaciones verdaderas. ¿Qué tanto diálogo familiar existe? ¿Con cuáles amistades ha seguido esa comunicación fuerte y constante? Muchos viven distraídos con la cantidad de personas que se cruzan en la vida por el trabajo, estudio o simplemente por salir a la calle, pero cuando hay aislamiento social ¿qué afectos son fuertes? ¿cuáles nos constituyen? ¿quiénes ocupan nuestro mundo afectivo?

A nivel social este es un tema hondo porque las consecuencias de la pandemia nos invitan a pensar cómo seguir, qué economía alternativa establecer, cómo los bienes básicos han de ser derecho de todos en tiempos de pandemia y en tiempos normales; pero el inmediatismo que vivimos solo nos lleva a responder a la urgencia de salir a trabajar para que todo siga como antes. ¿No seremos capaces, -ante las consecuencias económicas que vemos- de pensar otra economía que impulse la comunión de bienes y no el enriquecimiento de unos pocos?
A nivel religioso nos hace mirar nuestras prácticas, creencias y expresiones religiosas para reflexionar sobre lo que en verdad nos constituye y distinguirlo de lo que es superfluo. Ya se ha hablado mucho de la iglesia doméstica o las liturgias “de la propia vida” y no solo de los ritos. Pero esto no es fácil hacerlo realidad. Siempre es más cómodo pedir que se “abran las iglesias”, así se sigue yendo al culto y la conciencia queda tranquila.
Eso de orar en nuestro cuarto o de compartir la fe con los que nos rodean expresando quién es Dios para mi vida y cómo lo veo acontecer en ella, no forma parte de la vida de la mayoría de los creyentes. Eso de encontrar a Jesús en el necesitado con la misma fuerza que en la Eucaristía sacramental, es más una teoría que una realidad. En otras palabras, una vida espiritual honda y una fe madura es un desafío pendiente para muchos.
Que el Resucitado saque lo mejor de nosotros mismos en estos momentos difíciles y nos ponga en camino para crecer cada vez más en la fe, la esperanza y el amor.
Olga Consuelo Vélez Caro, Teóloga, Colombia.