Las noticias que hemos podido ver mostraban cómo niños y niñas hacían deberes, actividades artísticas o cocinaban en familia. Cuando se les ha permitido salir vimos que la mayoría lo hacían con bicicletas, patinetes y diferentes juguetes. Pocas veces hemos visto noticias de dificultades de convivencia entre padres e hijos.
Se ha hablado mucho de la violencia contra la mujer y los riesgos de convivir con un maltratador. Pero, ¿qué pasa con los niños, niñas y adolescentes (NNA) que conviven con su agresor sexual, en un espacio del que les es imposible huir? Si el 90 por ciento de casos de abusos sexuales son perpetrados por algún miembro de la familia o por conocidos, es más que probable que se estén dando y que resulten invisibles a los ojos de la sociedad.