28 de julio 2020

Al observar el mundo, la humanidad y la travesía compleja y desafiante que vivimos desde hace unos meses, la huella de Pedro Poveda que puede hablar a esta humanidad en espera, en búsqueda, con un nivel alto de incertidumbre, es la huella que surge del cruce de miradas:

– Mirada a la persona.
– Mirada a una humanidad que sufre violencia
– Mirada que abre la persona a Dios.

La huella de una mirada que hace persona.

Pedro Poveda tuvo el arte de mirar, ver y comprender la persona humana, de tal manera que dejaba en cada encuentro una huella especial. Veía su capacidad de resiliencia, de resistencia, de emprendimiento, de excelencia…

La mirada de Pedro Poveda a las personas con las que se encontró en Guadix, en Oviedo y Covadonga, Jaén o Madrid, dejó huella. Una huella que nosotros también hoy podemos recibir, acoger y experimentar.

Es esa mirada penetrante que traspasa la cotidianidad de la persona herida, debilitada, a veces humillada, aparentemente limitada, pero que sabe reconocer y discernir la fuerza y la dignidad que le da el ser ante Dios una persona única e irrepetible. Una mirada capaz de reconocer y discernir su grandeza por lo que es y lo que puede llegar a ser, por su disposición a vencer dificultades y riesgos. Una mirada que construye, dignifica, e invita a la superación y a la excelencia.

En estos momentos de tanta confusión, cuando podemos dar más prioridad al tener y al parecer que al ser, la huella de Pedro Poveda nos mueve a buscar y a poner en manos de cada persona, instrumentos y medios que la hagan ser ella misma, que la hagan sentirse mirada y reconocida con dignidad, independientemente del sexo, de la edad, o del color de la piel.

La huella de la mirada a una humanidad que sufre violencia

Pedro Poveda tenía la inquietud de los profetas y de los testigos que observan e intuyen aquello que puede facilitar que la realidad humana en la que están insertos, avance en paz, busque la paz, viva en paz y no en violencia, una paz que humaniza porque crea solidaridad, fraternidad, y construye futuro.

Pedro Poveda nos deja la huella de una actitud interior que él mismo vivía y proponía a los cristianos de su tiempo: ahora es tiempo de dar paz, de actuar desde la paz, de no entrar por el camino de la violencia, ni del resentimiento, ni de la venganza, sino de practicar la paz que va unida a la justicia.

La paz, decía en el año 20, es orden, armonía y gracia; es compatible con los dolores, amarguras y persecuciones; es la paz del corazón, de la conciencia, del cumplimiento del deber, de la razón que estima y aprecia en su justo valor las cosas; de la fortaleza que se mantiene intrépida en la lucha; que no es vencida ni por halagos, ni por amenazas.[1]

Es la huella de una fe que no es vacilante, es firme e inquebrantable. Es la huella de la mirada de los mensajeros de la paz, los pacíficos y misericordiosos.

La huella de una mirada que abre la persona a Dios.

Pedro Poveda veía en la persona humana un ser creado por amor y desde el amor, y soñaba que cada una pudiera vivir desde la gratitud de este gesto creador, que encuentra su fuente y su origen en el Dios de Jesús.

Cuántas personas podemos encontrar a diario que tienen el gusto de Dios, sin saberlo explicitar, pero lo buscan y necesitan que, con nuestra manera de mirar y de dar sentido a nuestro hacer, puedan llegar a sentir la acción de Dios, el soplo de Dios, la presencia discreta de Dios en sus vidas.

Pedro Poveda nos deja la huella de un estilo de mirada que abre a Dios, el estilo de las primeras comunidades, que nos invitan a ser hoy comunidades proféticas. Comunidades que den sentido a las grandes cuestiones del ser humano y de nuestra cultura, y entre ellas a la búsqueda de Dios. Comunidades que valoran las diversas experiencias creyentes, descentradas de ellas mismas y centradas en Cristo; comunidades caminantes y dialogantes, abiertas a la diversidad y siempre en marcha.

Pedro Poveda nos deja la huella de una mirada que, desde la libertad de la respuesta, abre la persona al encuentro con Dios, el Dios de la Vida.

Maite Uribe, Directora de la Institución Teresiana.

[1] Obras, Vol. I. Creí, por esto hablé, [158]