La huella de una mirada que hace persona.
Pedro Poveda tuvo el arte de mirar, ver y comprender la persona humana, de tal manera que dejaba en cada encuentro una huella especial. Veía su capacidad de resiliencia, de resistencia, de emprendimiento, de excelencia…
La mirada de Pedro Poveda a las personas con las que se encontró en Guadix, en Oviedo y Covadonga, Jaén o Madrid, dejó huella. Una huella que nosotros también hoy podemos recibir, acoger y experimentar.
Es esa mirada penetrante que traspasa la cotidianidad de la persona herida, debilitada, a veces humillada, aparentemente limitada, pero que sabe reconocer y discernir la fuerza y la dignidad que le da el ser ante Dios una persona única e irrepetible. Una mirada capaz de reconocer y discernir su grandeza por lo que es y lo que puede llegar a ser, por su disposición a vencer dificultades y riesgos. Una mirada que construye, dignifica, e invita a la superación y a la excelencia.